En mi pueblo, y en la calleja que llaman: "Del lavadero", siempre existió un acebuche fuerte y esbelto, que daba unos frutos raquíticos, como corresponde a este tipo de de árboles, nacidos del circunstancial enraizamiento de algún hueso de aceitunas. Hace ya bastantes años, una mañana, un joven y un experto del injerto, decidieron conceder a este árbol, la posibilidad de que fuese admirado por las gentes que paseasen por su entorno. Esta es la historia. La podéis leer en: Mis versos.
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