MIS DUENDECILLOS
EL ENCUENTRO
Estaba anocheciendo cuando “Bali”, mi perra, emitió un gruñido apagado y profundo, a la vez que se enroscaba, miedosa, entre mis piernas.
La
acaricié suavemente la cabeza mientras seguía leyendo, a la luz de un pequeño
camping gas, un libro de poemas que un antiguo, pero entrañable, compañero de
colegio me había regalado para mi cumpleaños.
Estábamos
a primeros de agosto. En estos días calurosos, estaba retirado en mi refugio de
la Ribera del Guadalemar. El pueblo cercano celebraba las fiestas del verano y
que primitivamente, sus habitantes, denominaban: “del emigrante”. El gentío, los
coches de los que habían venido de lejanos lugares para celebrarlas y el calor
sofocante, convertían a aquel pueblecito apacible y silencioso, en la mayor
parte del año, en un sitio bullicioso y ruidoso en esta época estival.
En mi casita de la orilla, se
estaba más fresco. La humedad del rio, y los árboles de alrededor
proporcionaban una agradable sensación de frescura.
Todo
estaba en calma. Cercanos, se oían los primeros grillos de la noche y el
aparatoso concierto de las ranas; y a lo lejos, se percibían, apagados, los
acordes de guitarras y baterías que probaban su sonido antes de empezar la
actuación de la noche.
Olía a yerbabuena, a
lentisco y a cantueso.
De pronto Bali comenzó a
ladrar, al tiempo que corría a esconderse entre las enredaderas y la parra del
porche.
Me sobresalté yo también. Me
giré; y dirigiendo la mirada por encima de mi hombro, divisé a mis espaldas y
encaramada encima de un pequeño y viejo corcho de pastor, una forma de aspecto
humana: menuda, mofletuda y sonriente que me miraba con una mirada, entre pícara
y graciosa. Desprendía una aureola de luz verdeazulada que en un primer momento
confundí con la de una luciérnaga de tamaño considerable, pero que una vez
recuperado de mi primera impresión, pude comprobar que esa luminiscencia
provenía de un diminuto farolillo que aquel ser, llevaba colgando de su mano
izquierda.
No sabía qué hacer ni qué
decir. Por unos momentos me quedé en silencio observando aquella especie de estatuilla
humanoide.
De pronto, me pareció oír,
una vocecilla dulce y hasta melodiosa. Acerqué más mi cabeza a aquel pequeño
resplandor luminoso y escuché la voz con más intensidad.
-¡Hola! Me llamo Jul. –dijo-.
-¡Hola! Yo me llamo…
-Se cómo te llamas. –se anticipó-.
No es necesario que me digas tu nombre.
LAS PRIMERAS IMPRESIONES
- Yo, sí necesito saber más de ti –dije; mostrando mi curiosidad.
- Entiendo. Además de mi nombre te gustaría saber más acerca de mi
identidad: Origen, procedencia, biología…
- Efectivamente Jul.
- Intentaré satisfacer tu curiosidad lo mejor que sepa y pueda. Empezaré
diciendo que somos seres, en cuanto al aspecto morfológico se refiere, de características
muy parecidas a las vuestras; aunque, como se puede apreciar, algunas de ellas
son un poco diferentes.
Jul se giró sobre sí mismo al tiempo que, sonriente, conformaba con su
cuerpecillo un gesto teatral de pase de modelos.
- Qué me puedes decir acerca de vuestra presencia en este planeta.
¿Quién os creó? Y… sobre todo: ¿Para qué?
- Ya veo que no pierdes el tiempo con preguntas banales. Reflexionemos:
Si hemos permitido que nos conozcas, es porque nos consta, tu apertura de mente
para asimilar realidades diferentes a las que se enseñan y se imparten a la
mayoría de los habitantes de este planeta en el que vivimos. –Se alisó con
parsimonia su poblada barba blanca a la vez que me miraba de una forma
enigmática-. Y continuó: A tu primera pregunta, contestaré diciendo: El mismo
que te creó a ti y a todas las criaturas que pueblan los universos. Nosotros lo
llamamos: Espíritu creador. Este Espíritu creador es el único que puede
insuflar “alma” en todos los seres vivos. Existen otros “Ingenieros” que pueden
“producir vida”; pero a esos les denominamos: Fabricantes. Jamás serán capaces
de “fabricar” almas.
La segunda de tus preguntas es más complicada de contestar. Así, a bote
pronto…, te contestaré diciendo: Que es para alcanzar la perfección como seres
vivientes. Espero que tengamos tiempo de profundizar en esta afirmación en sucesivas
conversaciones.
Me pareció una respuesta coherente. A lo largo de mi vida, había leído a
autores con esa misma teoría de la creación.
Era, cuando menos, sorprendente, que este ser de apariencia endeble y
diminuta, pudiese razonar de la forma tan “increíble” que lo estaba haciendo en
estos momentos. Me apetecía seguir conversando con él de estos temas tan
teológicos y, para mí, un tanto escabrosos; pero consideré que todavía era
prematuro entablar un debate sobre un asunto que necesitaba de tranquilidad,
tiempo, sosiego y, sobre todo, de confianza. Así es que derivé la conversación
hacia cuestiones más mundanas y materiales; formulándole una pregunta más insustancial
y que mi curiosidad me insinuó.
- ¿Desde cuándo vivís en estos parajes y por qué os instalasteis aquí?
–Pregunté indiscreto.
Jul pareció comprender el porqué del giro de mis preguntas, pero en
ningún momento manifestó un gesto de decepción o desilusión.
-Llevamos muchos siglos viviendo en estos huertos. Hasta ahora, esta
tierra, siempre ha tenido unas condiciones muy particulares, que la hacían
ideal para nuestra residencia –respondió con aplomo.
- ¿Cuáles son esas condiciones que valoráis tanto? –pregunté con
interés.
-Para contestar a tu pregunta, te diré que: Este lugar por su pobreza:
No ha sido deseado. Por su aislamiento: No ha sido visitado. Por la fidelidad
de sus habitantes: no ha sido sometido. Por la escasez de sus recursos: No ha
sido expoliado. En resumen, querido amigo: Este lugar, ha sido un sitio de paz
y de tranquilidad. Y esta característica, para nosotros, ha sido y es: Vital –Dijo, a la vez que apoyaba la
última palabra con un ligero gesto de subrayado.
-Entonces, Jul: Sabrás mucho de la historia de esta tierra.
-Bueno… Tampoco hay mucho de lo que saber. –susurró-. Esta zona, siempre
ha sido una zona de paso; de frontera entre el norte y el sur; entre el Este y
el Oeste. Hasta incluso en estos tiempos. –dijo, señalando con el dedo la otra
orilla del río-
Efectivamente así era. La ribera izquierda, mirando desde el nacimiento
hacia aguas abajo, delimitaba, por esa parte, la cercana comunidad autónoma de
Castilla La Mancha con la comunidad de Extremadura.
UNA BONITA HISTORIA
Bali se había acostumbrado a la presencia de Jul. De vez en cuando
fijaba su mirada en el pequeño farolillo que este había depositado en
una piedra cercana y cuya llama titilaba suavemente, movida por la refrescante
brisa veraniega. Aquel ser, irradiaba una sensación de serenidad y de
tranquilidad que hacía que, aquellos momentos de conversación, se sucediesen
sin que uno se diese apenas cuenta del tiempo transcurrido. Se estaba bien
allí.
Jul, permanecía en silencio: sonriendo; como si esperase
que le realizara la siguiente pregunta. Yo, mientras tanto, procuraba digerir
aquella situación tan extraordinaria y, por ende, tan rara y extraña; por no decir
irreal -porque no lo era- que estaba viviendo.
De pronto, me acordé de una vieja y recurrente cuestión que, a menudo,
era considerada causa de conversación y curiosidad por parte de los habitantes
del pueblo cercano; referida al significado del nombre con el que se denominaba
este municipio. Decidido a aprovechar la ocasión que me deparaba el haber
conocido a este ser que, según él, llevaba viviendo tanto tiempo en estos
parajes, me atreví a preguntar:
- ¿Puedes responderme acerca del significado del nombre con el que se
conoce a esta población: GARBAYUELA?
El duende se movió ligeramente, para acomodar su frágil cuerpecillo al
rugoso corcho donde había permanecido sentado desde su aparición, y mesándose
su barba blanca, con insistencia, respondió:
- No quisiera que me tomases por erudito, al recordar un poco la historia de
esta nación en la que vivimos: España. Hasta este territorio llegaron los
pueblos: fenicios, iberos celtas, celtíberos, tartesios, y cada uno de ellos ocupó una determinada zona geográfica de la península. Las áreas de influencia propias se solapaban en estos confines. Posteriormente, en época
romana, las sucesivas demarcaciones de esta provincia: la Hispania Ulterior y la
Hispania citerior y después también la Tarraconensis, la Lusitania y la Bética,
daban a estos lugares las características de límites o bordes de su territorio.
Asimismo, sucedió, con la llegada a este país de los pueblos godos.
Puede ser muy aventurado asegurar, sin elementos concretos, que este vocablo procede de la lengua que
hablaban estos habitantes; Es en la época de la invasión árabe cuando
encontramos algún indicio que, nos permite siquiera, acercarnos a un
significado más aproximado a la realidad.
Por primera vez, Jul se bajó –no sin esfuerzo- del pequeño taburete y
recorrió despacio y con las manos a la espalda, un pequeño trecho de terreno.
También, por primera vez, pude comparar, con relativa exactitud su tamaño, con
respecto a objetos de uso común.
- ¿Quieres insinuar que este término pudiera proceder de la lengua
árabe? –pregunté con interés-.
- Si no en su totalidad, puede que en algunas de sus sílabas. Pero, te
voy a hacer una consideración previa a elucubraciones sobre cuestiones etimológicas.
–matizó-. Los nombres de los lugares tienen como objetivo describirlos para
situarlos en una zona geográfica determinada, de tal forma y con tal detalle
que, el interlocutor, sepa comprender, sin ningún género de dudas, de qué sitio estamos hablando. Y un lugar
puede identificarse por alguna particularidad notoria y fácilmente reconocible:
Un castillo, un manantial, un sitio donde hay muchas plantas, o animales de una
misma especie, un árbol grande y frondoso, un cruce de caminos, etc. Pero no es normal, ni habitual,
identificarlos con una cualidad baladí o de poca individualidad, que lo haga
ser -por su falta de singularidad-, confundido con otro lugar de sus mismas características. Llegado este momento: te hago yo, ahora, una pregunta: Si
tuvieses que decirle a un viajero que se reuniese contigo en este punto; ¿Cómo
se lo describirías?
Aquella pregunta me desconcertó. No la esperaba. Pero tenía sentido. La
respuesta, probablemente, iba a esclarecer aquella vieja duda pueblerina.
Pensé, durante un corto espacio de tiempo, en las características del
pueblo y en su ubicación. Me situé y volé mentalmente por el término municipal para
tomar nota de sus particularidades geográficas y ambientales más
significativas.
Cuando me pareció que ya tenía suficientes detalles para contestar a la
pregunta de Jul, respondí:
- Pues le diría que en el entorno geográfico al que quiero referirme, no
existe ninguna peculiaridad relevante digna de significación. Las de mayor notoriedad serian las de encontrarnos en un núcleo de población pequeño; al occidente de un rio
cercano; y que está localizado muy en las faldas de un monte o “sierra” cuya cima es aplanada, y a la que los lugareños siempre llamaron: “del castillo”; porque, según la
tradición oral, en esa planicie existió un asentamiento humano que algunos lo
identifican como de origen celta y otros atribuyen, como de procedencia mora.
- Bien descrito –afirmó con entusiasmo Jul-. Pero te faltaría decirle el
nombre del rio al que te has referido. ¿no?
- Cierto. Le diría que se trata del rio Guadalemar; un afluente del rio
Zújar; afluente a su vez del rio Guadiana –respondí-.
- Observa: Has utilizado el término Guadalemar para nombrar al rio este
que tenemos a nuestro lado. Ese sí es un vocablo árabe. Está compuesto por tres
palabras: Wad-al-Ahmar. Significa: El
rio rojo. O el rio de color. Es por lo tanto innegable que por aquí hubo habitantes
que hablaban esa lengua.
- Y si esa explicación es incuestionable, ¿Cómo es que la alocución: Garbayuela,
no posee ninguna raíz que proceda de ese idioma? –pregunté-.
-No soy ningún experto arabista. Pero sí conozco lo suficiente como para
ponerte el ejemplo de un topónimo donde la sílaba GARB es empleada para
denominar al occidente o a lo que está más al poniente. Ese ejemplo es: Al-Garbe. Una región al sur de Portugal
y por lo tanto al occidente de Al-Andalus. –contestó con seguridad-.
- Tiene sentido tu respuesta. Aunque faltaría por definir o interpretar
el concepto o el significado del sufijo Yuela. ¿Verdad? –dije dirigiéndome a mi
interlocutor-.
- Ese sufijo: uel o uela es usado, mayormente, en la lengua castellana
como diminutivo o para dar a una palabra un sentido despectivo. Aunque... no
siempre es así. Considera y analiza las palabras: Teruel, muela, abuela,
ciruela, vihuela, sanguijuela, majuelo etc. Date cuenta que, cuando los árabes
se asentaron en esta península el idioma español todavía no existía como tal. Los
milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo o las cantigas de Santa María,
atribuidas a Alfonso X, el Sabio fueron escritas a mediados del siglo XIII, y
los árabes ya llevaban establecidos en esta península cinco siglos.
Personalmente considero como no probable que el significado de pequeño y mucho
menos el de menosprecio sea con el que se quiera adjetivar a algún atributo de
este enclave. –concluyo Jul-.
- Entonces… ¿no puedes concretar el significado de ese sufijo? –intervine
desilusionado-.
- Yo no he dicho nada en ese sentido –sentenció altivo-. Es posible que
ese vocablo y con el significado expuesto, no sea el que aparece en la palabra
GARBAYUELA. –añadió-. Es muy probable y, casi seguro, que, esa terminación, sea
propia de zonas con sustrato mozárabe; y esta demarcación lo fue. Estamos en el
límite de la taifa de Toledo. La influencia de los mozárabes dentro de la
sociedad de este reino árabe fue muy considerable. Todavía en nuestros días, se
celebran misas en la catedral con ese rito, e incluso hasta la circunscripción
de la Archidiócesis de Toledo aún coincide con los límites de aquel antiguo y considerable feudo árabe o bereber; y este pueblo se incluye en los mismos. Mañana
le pediré a nuestro bibliotecario que me proporcione algún mapa concerniente a
esta demarcación para mostrártelo.
Pero hay más, estimado contertulio. No puede ser casual que a lo largo
del curso del rio Guadalemar aparezcan dos enclaves más, con este sufijo; a
saber: Siruela, en el curso medio del recorrido, y Galizuela en la
desembocadura; ambos situados al Este. Es decir: En el nacimiento, en la mitad
y al final del cauce de esta corriente fluvial existen hidrónimos con este
mismo grupo vocal.
- Me ha parecido magnífica tu lección –le expresé sorprendido por su
elaborado discurso-. Pero querría saber, después de los datos expuestos en tu
planteamiento: Cuál sería, según tú, el verdadero significado de esta
expresión: GARBAYUELA.
- Como resumen de todo lo anteriormente expuesto, yo me arriesgaría a
concretar algunas evidencias manifestadas en mi disertación:
1º.- Que los habitantes que
dieron nombre a este enclave eran mozárabes –ya sabes aquellos cristianos que a
la llegada de los musulmanes permanecieron fieles a su religión, aunque pagando
unos impuestos muy gravosos a los invasores.
2º.- Que la lengua hablada por
estos mozárabes era una mezcla entre el árabe y el idioma que anteriormente a
la dominación musulmana ellos usaban.
3º.- Que su asentamiento
original estaba situado en la cima de lo que actualmente recibe el nombre de:
Sierra de Mirabueno y que según la tradición hablada correspondería a la Sierra
del Castillo (de los moros). Es muy posible que el nacimiento de este poblado
estuviese conformado por miembros de una misma familia y motivado por la idea
de alejamiento y ocultación del centro de decisiones de la capital, para pasar
más desapercibidos. La gente del lugar los consideraría moros por su
vestimenta, su habla y sus oficios, pero ellos seguirían siendo cristianos por
sus creencias religiosas y sus ritos.
4º.- Que el cauce y las tierras circundantes del
rio Guadalemar, marcaban una especie de frontera o de zona franca, entre el reino de la taifa de
Toledo y el reino de otra taifa colindante, como pudiera ser el de Córdoba o el de
Badajoz.
5º.- Que como conclusión a estas consideraciones
podríamos definir que, GARBAYUELA vendría a significar algo así como: “El lugar
situado cerca del monte y que se localiza al occidente del rio (Guadalemar).
Esta sería mi resolución a la pregunta que me formulaste al inicio de
nuestra conversación –terminó Jul-.
En mi opinión toda esta explicación colmaba, de sobra, mi curiosidad. No
podía poner alguna objeción a su razonamiento. Si acaso, podría alegar la falta de
alguna prueba que consolidase el argumento del mismo. Pero me preguntaba: ¿existiría
tal testimonio? Por lo que había podido entresacar de los textos analizados y referidos
a la toma -que no conquista- de Toledo, el 6 de mayo de 1085 por el rey leonés Alfonso VI, tuve
conocimiento de la importancia de la comunidad mozárabe en esos territorios y
en particular en la capital. Desgraciadamente: de esa relevancia solo ha
permanecido el rito mozárabe de la misa. Del conglomerado lingüístico que
hablaban, no nos ha quedado casi ningún término –que a mí me conste-. Es
también muy posible que, después del hecho histórico descrito, estos pobladores
al sentirse ya entre los cristianos, bajasen de la cima de la sierra y se
asentasen en un pequeño descansadero donde actualmente se sitúa el pueblo.
Luego: La mesta, y la trashumancia, irían configurando y acrecentando su
tamaño, su historia, sus tradiciones y las costumbres de estos lugareños que
fueron mis antepasados.
De los mapas que me enseñó Jul, realicé algunas fotografías que os
muestro más abajo.
- Jul: Agradezco mucho tu conversación y tu sorprendente sabiduría,
-dije con admiración-. Me gustaría seguir contrastando pareceres, teorías y
realidades de esta Tierra que como planeta habitamos.
- Me tienes a tu disposición para comentar los aspectos que tu creas
convenientes. Me voy a dormir. Es tarde y se está levantando un fuerte relente.
Hasta mañana: “Mon ami.
El farol que llevaba en su mano se fue alejando por entre la hierba
hasta que desapareció no sé por dónde. Bali se levantó e intentó seguir el
rastro que Jul había dejado, pero no consiguió encontrarlo. Yo, por mi parte,
me dirigí hacia la puerta de la casilla que me servía de cobijo, mientras
meditaba y daba vueltas a la conversación mantenida.
Me gustaba hablar con aquel duendecillo. ¿Sería también un genio?
Emilio, me has dejado en la espera de ver ese final. Te ha faltado el "continuará".
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